Blog •  09.03.2022

¿Y si la igualdad fuese una realidad?

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  • El día 8 de marzo es una fecha destacada y señalada en el calendario porque se celebra el Día Internacional de la Mujer, lo que cobra especial importancia en el sector agroalimentario donde menos del 30% de las personas titulares de explotaciones son mujeres.

Y es, cuanto menos, curioso que en el año 2022 esta falta de igualdad aún siga siendo noticia. Por tanto, es obligado y necesario continuar haciendo pedagogía y profundizar en los retos que tienen por delante las mujeres en particular y la sociedad en general, en el ámbito agroalimentario, del que, por otra parte, están llamadas a ser protagonistas del cambio, tal y como reflejan las aspiraciones reservadas a ellas en la futura PAC. Unas aspiraciones que, entre otros motivos, tienen parte de su origen en el elevado nivel de masculinización del sector. Esta masculinización tiene su reflejo en registros oficiales y en órganos de representatividad. De hecho, como se apunta desde Fademur, en nuestro país, menos del 30% de las personas titulares de explotaciones son mujeres.

Sin embargo, la realidad es que el sector ha contado tradicionalmente con mano de obra femenina, pero, en este caso sí, lamentablemente, en la sombra. Y en lugar de trabajo, a la aportación de la mujer a las explotaciones familiares se la ha denominado y considerado «ayuda». A ello se suma que en el medio rural el nivel de desempleo es mayor en mujeres, y sus condiciones de trabajo son peores «derivadas de las brechas salariales y los techos de cristal, que en el campo son más bajos» añaden desde Fademur, así como las «escasas medidas públicas adoptadas para evitar o, al menos, reducir su salida de los sectores más masculinizados, como el primario, en cuanto a puestos de responsabilidad. A ello se suma el aislamiento dentro del entorno físico, derivado de la brecha digital, y la falta de servicios que permitan conciliar la vida personal y profesional«.

Los motivos que tradicionalmente han llevado a las mujeres a permanecer en este segundo plano son fundamentalmente culturales y, en la mayoría de los casos están vinculados al rol de cuidadoras. Sus consecuencias las sitúan en una posición de desventaja, y ya no tanto en lo que a visibilización, carga de trabajo y reconocimiento se refiere, que también, sino en tanto en cuanto el fruto de su trabajo no tiene un retorno en forma de derechos y beneficios sociales si su actividad no ha sido formalizada legalmente.

Titularidad compartida

Para conseguirlo, uno de los hitos fue la aprobación en el año 2011 de la conocida como ley de titularidad compartida, cuyo objeto, reza su texto, es «la regulación de la titularidad compartida de las explotaciones agrarias con el fin de promover y favorecer la igualdad real y efectiva de las mujeres en el medio rural, a través del reconocimiento jurídico y económico de su participación en la actividad agraria«.

Según los datos recogidos en el Boletín de Titularidad Compartida del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de octubre de 2021, hasta esa fecha, y desde la entrada en vigor de la ley -en enero de 2012-, las altas totales se elevan a 908, una cifra discreta teniendo en cuenta el peso del sector primario en nuestro país.

Además, se explica desde Fademur, «hay un bajo número de titulares de explotación menores de 40 años frente a los mayores de 65 que, unido al bajo porcentaje de jóvenes titulares y de mujeres jefas de explotación, comprometen seriamente el relevo generacional«. Y en dos comunidades autónomas, la de Madrid y Baleares, aún no figura ninguna explotación bajo el régimen de titularidad compartida. Cabría preguntarse, por tanto, cuáles son los motivos que impiden una mayor progresión. Desde Fademur se señala que la propia ley prometía incentivos económicos que vieron la luz el pasado mes de septiembre, «diez años después de su puesta en marcha«. A ello habría que sumar de nuevo aspectos culturales y las barreras citadas anteriormente.

Impulso al talento

Junto a esta realidad convive la de las emprendedoras que cada día ponen nombre y apellidos a proyectos innovadores arraigados en el medio rural sobre la base de la sostenibilidad.

Las explotaciones dirigidas por mujeres”, cifra Fademur, “suelen estar en torno a un 10% del total de nuevos emprendimientos en el medio rural«, si bien, matizan, su dimensión económica suele ser menor.

No obstante, poco a poco, se están convirtiendo en un revulsivo para el empleo femenino y la economía de sus pueblos. Y es que, en muchos casos se trata de nuevos negocios construidos por mujeres que, además, contribuyen a paliar la despoblación, impulsar la autonomía económica de las mujeres en los pueblos y garantizar el acceso a servicios en el medio rural.

Ejemplo de ello es el proyecto creado por María Jesús Carrasco Navarro, ganadora de la segunda edición del “Programa TalentA” impulsado por Corteva y Fademur, que en España ya va por su recién entregada tercera edición, y cuyo objetivo es «poner de relieve el papel que las mujeres desempeñan en el medio rural y apoyarlas en el desarrollo de sus proyectos innovadores«.

El proyecto de María Jesús Carrasco tiene como ejes transversales la sostenibilidad y la circularidad en torno a la economía de proximidad y se sustenta en «Quesería Artesanal la Maliciosa«, fundada hace cinco años y localizada en El Boalo, en la sierra de Madrid. Unos ejes que, por otra parte, están en consonancia con las directrices que marca la estrategia europea «De la granja a la mesa».

Las instalaciones de «Quesería Artesanal la Maliciosa» han sido construidas sobre contenedores reciclados y sus quesos están elaborados de forma artesanal con leche pasteurizada de cabra de Guadarrama y vaca frisona, que procede de pequeños ganaderos de la sierra de Madrid (Mataelpino y Cercedilla) y de rebaños que salen a pastar.

Ilusionada con su proyecto, a pesar de las vicisitudes que aquejan el día a día a cualquier negocio, María Jesús reconoce que se presentó gracias al impulso de una amiga, María José. Y que no puede estar más que agradecida a Corteva y a Fademur, porque el premio le ha permitido, por un lado, duplicar su capacidad de producción -con la adquisición de una cuba mayor gracias a la dotación económica del galardón- y, por otro, ganar visibilidad y respaldo.

Y es que los retos son más fáciles de transitar si se cuenta con una red. María José fue la primera mano para María Jesús en su nuevo transitar y Corteva y Fademur se convirtieron en el impulso, y el crecimiento de María Jesús repercute también en el desarrollo económico de su zona.

Por ello, María Jesús no duda en responder que sí, que recomienda a cualquier emprendedora presentar su candidatura al ‘Programa TalentA’ y formar parte de esa gran comunidad que no solo es de emprendedoras, sino que también es fuente de desarrollo, innovación, conocimiento, economía e ilusión. Y si además fuese en clave de igualdad, ¿dónde podríamos llegar?

Los proyectos que siguen sumando

Este año, y en el marco del día Internacional de la Mujer, Corteva y Fademur han presentado en un evento a las finalistas de la tercera edición del programa, unas mujeres cargadas de ilusión y visión para sus proyectos, con los que apuestan por preservar la tradición de la agricultura tradicional, al tiempo que apuestan por la innovación y la sostenibilidad como valor diferencial de su actividad. Natalia Díaz, creadora de  La Abejera de Ecoalpispa, un proyecto que fabrica ecoenvoltorios hechos con la cera de las más de 200 colmenas; y Ana Mª y Marta, que han creado una cooperativa con la que se encargan de la producción y comercialización de leche fresca a través de la marca “Sen Mais”, han sido las finalistas de este año.

La ganadora ha sido Judith Iturbe por su proyecto La Balluca, una microcervecera 100% artesanal, en la que no interviene maquinaria en ninguna fase del proceso de elaboración, y para la que se utilizan tan sólo 4 ingredientes.

Con una producción anual de 3.000 litros, es una de las cerveceras artesanas más pequeñas de España, ubicada en Milmarcos (Guadalajara), que tiene como misión la de ser una producción de cervezas sostenible y contribuir a la agricultura de la zona, de quienes obtienen la mayoría de los ingredientes necesarios para su elaboración. El sueño de Judith siempre ha sido el de vivir en su pueblo, y para ello, tiene varios empleos con los que apoyar a su cervecería artesanal. Como ganadora de TalentA, impulsará su negocio para adquirir maquinaria que le permita ampliar la producción y, con suerte, cumplir su sueño de dedicarse por completo a La Balluca.

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